Artículo publicado en Xarxa Urbana
El mes de mayo ha sido el más lluvioso de los últimos 137 años, con una media de más de 140 litros por metro cuadrado. Esta circunstancia excepcional, más propia de la estación otoñal, ha tenido por lo menos dos efectos muy positivos - aunque uno, y se aceptan apuestas - absolutamente temporal y contingente. El primero y más evidente, ya que ha sido como una bendición, es que de momento la sequía ha sido paliada y los pantanos han vuelto a llenarse en un nivel aceptable. El otro resultado evidente, que a mi juicio es solo temporal, ha sido que a la llamada “guerra del agua”, que el PP ha declarado de manera unilateral y bajo pretextos a decir poco dudosos, ha sucedido un frágil y tácito armisticio.
La magnitud de las lluvias caídas parece haber ahogado el griterío, pero seguro que no se tardará en acudir a las consignas demagógicas y populistas, ese recurso que en sus manos parece ser inagotable. Para defender lo que a todas luces es indefendible. Máxime cuando la gestión flaquea y el resultado del ejercicio del gobierno, presenta unas cuentas muy negativas. Los datos estadísticos del INE dan buena cuenta de ello: en el 2005, en las redes públicas de abastecimiento urbano de Valencia, se perdió el 32% del total de agua distribuida; casi el doble del conjunto del Estado, que se sitúa en el 17,9%. En términos absolutos, las pérdidas de agua fueron de 73 litros por habitante y día, el 43% del consumo medio de cada valenciano. Además, la depuración de las aguas residuales presenta unas deficiencias indignante: solo para hacer un ejemplo, la Depuradora de Pinedo sigue vertiendo al mar más de 100 hectómetros cúbicos al año. Que se podrían utilizar para regar y para todos tipos de usos (aparte, claro está, el consumo de boca).
Con esa situación, un ingenuo esperaría que se dedicaran todos los esfuerzos a individuar las pérdidas, a cambiar las partes de la red más deterioradas y a reparar las fugas. Por extraño que pueda parecer, la realidad difiere bastante de ser idílica. De hecho mientras esta situación se prolonga, el agua se sigue perdiendo por el alcantarillado y por los miles de agujeros de la red de tuberías que discurre bajo nuestros pies. Y el despilfarro de agua sigue sin que un solo decreto ayude a reducir el consumo de los recursos hídricos: las piscinas se llenan como si nada, el abuso del lavado de coche no se sanciona, el baldeo de las calles no se ha parado, nadie paga por regar jardines a cualquier hora del día. No se tienen noticias de ordenanzas municipales que regulen el uso del agua, ni de partidas presupostarias para facilitar la compra de sistemas aplicable a los grifos, que permiten reducir hasta el 50% de agua.
Capítulo a parte merece la mala calidad del agua de los hogares valencianos. Esta afirmación no debe ser sorprendente para casi nadie: los altos porcentajes de cal y el porcentaje elevado de cloro, junto con el estado de las tuberías, hace casi imposible beber esa agua. La empresa mixta de gestión EMIVASA, ha anunciado recientemente, que ha puesto en marcha una estrategia para mejorar la calidad del agua de boca. Es más que necesario, porque mientras tanto el consumo de agua embotellada se ha disparado. Creando una verdadera emergencia ecológica, por la enorme producción de plásticos, el transporte y gestión, que comporta un fuerte consumo de recursos energéticos.
Como reza el refrán, entre las palabras y los hechos, hay un trecho. Una distancia insalvable entre las consignas y los gritos, y la coherencia y las acciones. Mientras se reclamaba agua bajo el pretexto de la humillación por no recibir el mismo trato, los más activos defensores del transvase – los regantes de Villena y su jefe Andrés Martínez - se encargaban de vender el agua de sus acuíferos a una multinacional, para que la vendiera embotellada. La lluvia de momento ha conseguido que la confrontación, los lamentos y las hipocresías hayan cesado. Pero no nos hagamos ilusiones, volverán a la carga, como si no haya pasado nada y sobretodo como si fueran el ejemplo a seguir.
¡Nada más lejos de la realidad!