Debemos ser compasivos con Font de Mora y Camps. No abusar del éxito de nuestras movilizaciones. No hacer sangre de nuestra victoria ni hundirlos pretendiendo que hemos derrotado su apuesta por el trilingüismo.
Al contrario, debemos aceptar que ellos tienen buena intención (son buenos católicos), que lo hacían por el bien común, es decir, que cuando se inventaron la imposición de Citizenship querían, sinceramente, potenciar el multilingüismo en las escuelas e institutos valencianos.
Tomémosles la palabra y, ahora que están en retirada, hablando de moratoria y negociación, démosles la ocasión de cumplir sus promesas e intenciones.
Exijamos garantías escritas del refuerzo cualitativo de las horas y personal de inglés, más lectores y profesores de apoyo, más clases de conversación, más becas y recursos, más intercambios y cursos de idiomas, más aulas de autoaprendizaje y laboratorios de idiomas, más escuelas de idiomas decentes… y, de paso, obliguémosles o ayudémosles a apostar de verdad por la educación.
Basta de barracones, de privilegios a la concertada, de recortes y retrasos en inversiones y personal, de plantillas inestables, de equipos directivos que no cobran… Sólo es una idea, una ilusión.
Nuestras clases dirigentes no han destacado a lo largo de los últimos cinco siglos por su defensa de la cultura y la educación. Desde Lluís Vives, que tuvo que exiliarse para no acabar en las garras de la Inquisición, pasando por Cayetano Ripoll, maestro valenciano y último asesinado por el Santo Oficio, hasta las tinieblas del franquismo, nuestras clases dirigentes han sido enemigas de la cultura y de la educación pública, laica y democrática.
¿Por qué Citizenship y no Ciudadanía? Ellos lo ven instintivamente, y tienen razón: la promoción de los derechos humanos y la cultura democrática, de la libertad, la igualdad y la ciudadanía responsable va contra sus intereses, ataca los cimientos de su poder, que se basa en la incultura, la desinformación, el engaño y la manipulación.
Por eso están contra Educación para la Ciudadanía, porque una ciudadanía madura e ilustrada no les dejaría tan fácil la mayoría absoluta en las Cortes Valencianas, ni toleraría el naufragio y suicidio de la izquierda política.
Saben a qué juegan, pero en esta última baza se les ha ido la mano. Ahora los tenemos, quizá, cogidos, después de meses de movilizaciones y de una unidad y combatividad del mundo educativo como no vivíamos desde hace décadas. No los soltemos; la sociedad civil sabe lo que se juega en esta partida. No bajemos la guardia, no cedamos ni un palmo de la fuerza que hemos ganado, sigamos sumando voluntades en la lucha por dignificar nuestra educación.
No es sólo Ciudadanía, Bolonia o el inglés; nos jugamos mucho más. El movimiento no ha hecho sino empezar, y de momento ya hemos marcado un buen gol: Ciudadanía 1 - Inquisición 0.