Debate de Acció pel Clima, en el Club Diario Levante
María Tomás, Valencia
La ciudad de Valencia está ahumada. Principalmente, de los vehículos a motor. También de las industrias. El famoso CO2 no permite disfrutar del derecho a un ambiente sano, que pronto se olvida cuando se habla de derechos sociales.
Quizá porque su defensa se basa en el aire que se respira y el aire es invisible. Aunque no tanto. Si se mira con perspectiva cualquier gran avenida valenciana, se ve el color negro fumado. La atmósfera no entiende de fronteras. La delatan los colores. «No hace como la tierra, capaz de convertir en nutriente lo tóxico», señala la consultora ambiental María Diago. «El aire es una capa contínua sobre todo el planeta donde las sustancias tóxicas no se diluyen». Se intercambian.
Luego viene el calentamiento. El cambio climático está claro que es obra del ser humano. Unos contaminan más. «Hay que hacer presión social para que los jueces pongan las penas necesarias en los delitos contra el medioambiente. Que no haya impunidad e inmunidad», añade Diago.
Otros contaminan menos. La cuestión es la suma de la contaminación que produce cada uno. Por eso «es importante no esperar a lo que hagan los gobiernos y empezar por lo que hace cada uno», señala Giuseppe Grezzi (Els Verds). Lo que se llama la huella ecológica, que es de acción cotidiana.
Esta es una de las cuestiones que se hablaban en el Club Diario Levante surgidas de las Jornadas Territori valencià i canvi climàtic que organizaba Acció pel clima en octubre. «No somos un grupo ecologista más», afirma Natxo Serra, de Adena. «Somos un grupo de trabajo formado por las principales organización ecologistas y cívicas del país que nos hemos reunido por obligación, porque las administraciones valencianas no han hecho absolutamente nada. El País Valencià no tiene una estrategia territorial contra el cambio climático», afirma.
Mientras, se esgrime el dato emitido por los indicadores de sostenibilidad medioambiental de CC OO «que debería hacer la Generalitat». El sindicato informa que del 90 a 2007 «el País Valencià ha aumentado un 85% las emisiones». Según Serra, «si somos líderes de algo es en el incumplimiento del protocolo de Kyoto». Además, «los presupuestos demuestran que las lineas presupuestarias no contemplan las famosas 125 medidas con las que el Gobierno de Camps se hace publicidad verde. La decepción está confirmada», dice Toni Aparisi.
Una de las soluciones, que leía la activista y escritora Carme Miquel, es «convertir las amenazas al cambio climático en oportunidad de nuevas y mas sostenibles actividades». Lo que se llama la economía ecológica. Otra de las ideas, la estrategia a largo plazo y de forma integral. Y otra, la necesidad de cambiar el modelo económico para disfrutar de una legislación medioambiental eficaz. «Aquí hemos apostado por una forma de desarrollo insostenible basada en exprimir nuestro principal recurso, que es el territorio». Cambiar el paradigma económico. «Por eso es tan difícil que los informes sean tan poco claros a la hora de establecer las prioridades», afirma Diago.
Crear una red de educadores por la sostenibilidad era la tarea que impregnaba la charla de Grezzi. «Incidir en esta lucha a través de la educación y el conocimiento. Frenar nuestro hiperconsumo como ciudadanos de países occidentales y obligar a que los políticos gestionen con medidas glocales». Es «urgente, necesario y posible», decía. «Inaplazable. Una emergencia planetaria. Cuanto más tardemos en reaccionar peor».
María Tomás, Valencia
La ciudad de Valencia está ahumada. Principalmente, de los vehículos a motor. También de las industrias. El famoso CO2 no permite disfrutar del derecho a un ambiente sano, que pronto se olvida cuando se habla de derechos sociales.
Quizá porque su defensa se basa en el aire que se respira y el aire es invisible. Aunque no tanto. Si se mira con perspectiva cualquier gran avenida valenciana, se ve el color negro fumado. La atmósfera no entiende de fronteras. La delatan los colores. «No hace como la tierra, capaz de convertir en nutriente lo tóxico», señala la consultora ambiental María Diago. «El aire es una capa contínua sobre todo el planeta donde las sustancias tóxicas no se diluyen». Se intercambian.
Luego viene el calentamiento. El cambio climático está claro que es obra del ser humano. Unos contaminan más. «Hay que hacer presión social para que los jueces pongan las penas necesarias en los delitos contra el medioambiente. Que no haya impunidad e inmunidad», añade Diago.
Otros contaminan menos. La cuestión es la suma de la contaminación que produce cada uno. Por eso «es importante no esperar a lo que hagan los gobiernos y empezar por lo que hace cada uno», señala Giuseppe Grezzi (Els Verds). Lo que se llama la huella ecológica, que es de acción cotidiana.
Esta es una de las cuestiones que se hablaban en el Club Diario Levante surgidas de las Jornadas Territori valencià i canvi climàtic que organizaba Acció pel clima en octubre. «No somos un grupo ecologista más», afirma Natxo Serra, de Adena. «Somos un grupo de trabajo formado por las principales organización ecologistas y cívicas del país que nos hemos reunido por obligación, porque las administraciones valencianas no han hecho absolutamente nada. El País Valencià no tiene una estrategia territorial contra el cambio climático», afirma.
Mientras, se esgrime el dato emitido por los indicadores de sostenibilidad medioambiental de CC OO «que debería hacer la Generalitat». El sindicato informa que del 90 a 2007 «el País Valencià ha aumentado un 85% las emisiones». Según Serra, «si somos líderes de algo es en el incumplimiento del protocolo de Kyoto». Además, «los presupuestos demuestran que las lineas presupuestarias no contemplan las famosas 125 medidas con las que el Gobierno de Camps se hace publicidad verde. La decepción está confirmada», dice Toni Aparisi.
Una de las soluciones, que leía la activista y escritora Carme Miquel, es «convertir las amenazas al cambio climático en oportunidad de nuevas y mas sostenibles actividades». Lo que se llama la economía ecológica. Otra de las ideas, la estrategia a largo plazo y de forma integral. Y otra, la necesidad de cambiar el modelo económico para disfrutar de una legislación medioambiental eficaz. «Aquí hemos apostado por una forma de desarrollo insostenible basada en exprimir nuestro principal recurso, que es el territorio». Cambiar el paradigma económico. «Por eso es tan difícil que los informes sean tan poco claros a la hora de establecer las prioridades», afirma Diago.
Crear una red de educadores por la sostenibilidad era la tarea que impregnaba la charla de Grezzi. «Incidir en esta lucha a través de la educación y el conocimiento. Frenar nuestro hiperconsumo como ciudadanos de países occidentales y obligar a que los políticos gestionen con medidas glocales». Es «urgente, necesario y posible», decía. «Inaplazable. Una emergencia planetaria. Cuanto más tardemos en reaccionar peor».
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