Desde que el constructor Baustista Soler se hizo con la Presidencia del Valencia Club de Fútbol, hace ya más de 4 años, la entidad inauguró una trayectoria descendente de sequía de títulos deportivos y de gastos desenfrenados e irresponsable de los ingentes recursos económicos, que casi del día a la mañana llenaron sus arcas. El máximo valedor de esa brillante operación, fue el entonces Conseller de Territorio Rafael Blasco, que en los últimos meses ha pasado de una febril actividad y presencia en los medios públicos a una más que casual (cuando no sospechosa y cobarde) ausencia de la escena pública. Merece la pena hacer memoria para que se comprendan las causas de la actual situación de quiebra del Valencia CF.
En el año 2004 el presidente del club ad interim era Jaime Ortí, que sin ostentar una notable cantidad de acciones, se mantenía en el cargo para evitar que lo hicieran otros más peligrosos (veáse Paco Roig). Pero había alguien que ambicionaba el cargo, que tenía ganas de figurar y sobre todo de hacer fructificar el poder que confiere la presidencia del Valencia. Ese alguien, como se puede imaginar, responde al nombre de Juan Bautista Soler hijo, que una vez que su padre había adquirido un importante paquete de acciones al precio de 1000€ cada una (en esa loca e interesada puja con, mira por donde, Paco Roig), se sentía en derecho de que se le nombrara Presidente. Hasta aquí nada que objetar.
O sí, porque ya entonces era más que sospechoso de que se pagaran 1000€ por acción de un club, que no solo no daba ni un euro de beneficio, que además arrastraba una importante deuda que se seguía agrandando día trás día. Esa extraña circustancia, una operación empresarial tan descabellada que costaba creerselo, es el punto de partida de todos los males del Valencia, el nucleo del ciclo que empieza con el fulgurante ascenso al paraiso económico/deportivo y que está a punto de terminar con la más estrepitosa de las caídas al infierno de las quiebras empresariales. Sigue en la 2º parte
En el año 2004 el presidente del club ad interim era Jaime Ortí, que sin ostentar una notable cantidad de acciones, se mantenía en el cargo para evitar que lo hicieran otros más peligrosos (veáse Paco Roig). Pero había alguien que ambicionaba el cargo, que tenía ganas de figurar y sobre todo de hacer fructificar el poder que confiere la presidencia del Valencia. Ese alguien, como se puede imaginar, responde al nombre de Juan Bautista Soler hijo, que una vez que su padre había adquirido un importante paquete de acciones al precio de 1000€ cada una (en esa loca e interesada puja con, mira por donde, Paco Roig), se sentía en derecho de que se le nombrara Presidente. Hasta aquí nada que objetar.
O sí, porque ya entonces era más que sospechoso de que se pagaran 1000€ por acción de un club, que no solo no daba ni un euro de beneficio, que además arrastraba una importante deuda que se seguía agrandando día trás día. Esa extraña circustancia, una operación empresarial tan descabellada que costaba creerselo, es el punto de partida de todos los males del Valencia, el nucleo del ciclo que empieza con el fulgurante ascenso al paraiso económico/deportivo y que está a punto de terminar con la más estrepitosa de las caídas al infierno de las quiebras empresariales. Sigue en la 2º parte
No hay comentarios:
Publicar un comentario