El Presidente Vicente Soriano tiene una difícil papeleta...
El Valencia CF ha entrado en una espiral de derrotas deportivas muy en consonancia con la situación de quiebra económica, a la cual hacía referencia en la primera parte de este post.
Sin embargo no siempre ha sido así. Hubo un momento álgido, una circunstancia en la cual todo parecía posible. De repente, como por arte de magia, en el año 2005 las cuentas del club empezaron a tener una situación boyante. Los proyectos de racalificaciones se amontonaban sobre la mesa del Presidente Soler: se construiría una nueva ciudad deportiva en la ciudad de Ribarroja (con el añadido, no se sabe bien porque, de un campo de golf y de más de 2000 viviendas) en un paraje de alto valor ecológico, la partida de Porxinos. La operación, montada a la chita callando, ha sido bien diseñada, ya que en los meses anteriores varios inversor se han encargado de comprar a un precio risible los terrenos agrícolas y de monte bajo. Entre otros compradores, bien informados, figuraron jugadores del calibre de Raúl o Cañizares, que así pudieron engrosar sus ya pingües cuentas corrientes. Un "pelotazo urbanístico", según palabras textuales del entonces Presidente del Valencia Bautista Soler.
Junto con el Plan Porxinos, otra operación de capital importancia estaba a punto de cocción: el nuevo estadio de Mestalla. Desde hace muchos años se hablaba de la necesidad de construir un nuevo estadio, a la altura de una ciudad y un equipo que aspiraban a ser grandes. Dicho hecho, se montó la operación en dos fases: primero la recalificación urbanística del actual estadio de Mestalla de la Av. Aragón, segundo la búsqueda de un solar suficientemente grande para albergar la construcción de un estadio olímpico. En los dos casos fue providencial la implicación directa de la Alcaldesa Rita Barberá, que no tuvo mayor inconveniente en permitir una recalificación del Mestalla con unas inmejorables condiciones (más de 80.000 mq de techo construibles y un negocio que rondaría los 300 millones de euros). Y un cambio de uso del solar de Av.Corts Valencianes, que pasaría de suelo dotacional a urbanizable. Con la condición de que el Valencia CF comprara suelo (con pocas o ninguna condición sobre el valor equivalente) para cederlo a la ciudad. El pelotazo estaba servido, y todos contentos! Todos no...
Muchos estuvimos peleando contra ese impresentable trato de favor, que transvasaba recursos públicos (los terrenos de alto valor de Av. Corts Valencianes por otros de menor, el techo de edificabilidad en Av. Aragón sin condición de construcción de equipamientos públicos) a las arcas de una empresa privada, por muy valenciana que fuera...
La burbuja inmobiliaria y psicológica que empezó a envolver a Baustista Soler y a sus consejeros, fue también el principio del fin. El comienzo de la espiral perversa, de la rueda de millones quemados, de la hoguera de la vanidades que se adueñó, a partir de esos momentos, de los nuevos campeones de la economía valenciana. Los fichajes y rápidos despidos de entrenadores, directores deportivos, directivos y consejeros, de jugadores, todos ellos con contratos millonarios y archi-blindados, no se hicieron esperar. Una destrucción de recursos a una tal velocidad que la caja comenzaba peligrosamente a menguar. Los desastroso éxitos deportivos (o falta de ellos, ya que se repitieron las eliminaciones tempranas de las competiciones europeas y las pésimas calificaciones en la liga), juntamente con la ralentización de la actividad económica y el pinchazo sonado de la burbuja inmobiliaria, hicieron el resto.
Un cálculo aproximado del dinero literalmente desaparecido de la caja del Valencia CF no baja de los 500 millones de euros. Una enormidad que explica la situación pendiente de un hilo del club, que está a un paso de la quiebra y de la administración concursal. De momento la ciudad deportiva ni siquiera ha empezado a construirse; el nuevo estadio está paralizado, por falta de pago de las cuotas acordadas a la UTE que lo está construyendo; los jugadores no cobran desde hace más de un mes por falta de liquidez, lo mismo que el resto de empleados y trabajadores.
Una situación preocupante, que ahora sí amenaza con afectar a la sociedad valenciana en su conjunto. Que muchos nos tememos al final deberá hacerse cargo de la abultada deuda y el millonario agujero, que han dejado Baustista Soler y el clan corsario que le ha estado arropando en estos 4 años.
Sin embargo no siempre ha sido así. Hubo un momento álgido, una circunstancia en la cual todo parecía posible. De repente, como por arte de magia, en el año 2005 las cuentas del club empezaron a tener una situación boyante. Los proyectos de racalificaciones se amontonaban sobre la mesa del Presidente Soler: se construiría una nueva ciudad deportiva en la ciudad de Ribarroja (con el añadido, no se sabe bien porque, de un campo de golf y de más de 2000 viviendas) en un paraje de alto valor ecológico, la partida de Porxinos. La operación, montada a la chita callando, ha sido bien diseñada, ya que en los meses anteriores varios inversor se han encargado de comprar a un precio risible los terrenos agrícolas y de monte bajo. Entre otros compradores, bien informados, figuraron jugadores del calibre de Raúl o Cañizares, que así pudieron engrosar sus ya pingües cuentas corrientes. Un "pelotazo urbanístico", según palabras textuales del entonces Presidente del Valencia Bautista Soler.
Junto con el Plan Porxinos, otra operación de capital importancia estaba a punto de cocción: el nuevo estadio de Mestalla. Desde hace muchos años se hablaba de la necesidad de construir un nuevo estadio, a la altura de una ciudad y un equipo que aspiraban a ser grandes. Dicho hecho, se montó la operación en dos fases: primero la recalificación urbanística del actual estadio de Mestalla de la Av. Aragón, segundo la búsqueda de un solar suficientemente grande para albergar la construcción de un estadio olímpico. En los dos casos fue providencial la implicación directa de la Alcaldesa Rita Barberá, que no tuvo mayor inconveniente en permitir una recalificación del Mestalla con unas inmejorables condiciones (más de 80.000 mq de techo construibles y un negocio que rondaría los 300 millones de euros). Y un cambio de uso del solar de Av.Corts Valencianes, que pasaría de suelo dotacional a urbanizable. Con la condición de que el Valencia CF comprara suelo (con pocas o ninguna condición sobre el valor equivalente) para cederlo a la ciudad. El pelotazo estaba servido, y todos contentos! Todos no...
Muchos estuvimos peleando contra ese impresentable trato de favor, que transvasaba recursos públicos (los terrenos de alto valor de Av. Corts Valencianes por otros de menor, el techo de edificabilidad en Av. Aragón sin condición de construcción de equipamientos públicos) a las arcas de una empresa privada, por muy valenciana que fuera...
La burbuja inmobiliaria y psicológica que empezó a envolver a Baustista Soler y a sus consejeros, fue también el principio del fin. El comienzo de la espiral perversa, de la rueda de millones quemados, de la hoguera de la vanidades que se adueñó, a partir de esos momentos, de los nuevos campeones de la economía valenciana. Los fichajes y rápidos despidos de entrenadores, directores deportivos, directivos y consejeros, de jugadores, todos ellos con contratos millonarios y archi-blindados, no se hicieron esperar. Una destrucción de recursos a una tal velocidad que la caja comenzaba peligrosamente a menguar. Los desastroso éxitos deportivos (o falta de ellos, ya que se repitieron las eliminaciones tempranas de las competiciones europeas y las pésimas calificaciones en la liga), juntamente con la ralentización de la actividad económica y el pinchazo sonado de la burbuja inmobiliaria, hicieron el resto.
Un cálculo aproximado del dinero literalmente desaparecido de la caja del Valencia CF no baja de los 500 millones de euros. Una enormidad que explica la situación pendiente de un hilo del club, que está a un paso de la quiebra y de la administración concursal. De momento la ciudad deportiva ni siquiera ha empezado a construirse; el nuevo estadio está paralizado, por falta de pago de las cuotas acordadas a la UTE que lo está construyendo; los jugadores no cobran desde hace más de un mes por falta de liquidez, lo mismo que el resto de empleados y trabajadores.
Una situación preocupante, que ahora sí amenaza con afectar a la sociedad valenciana en su conjunto. Que muchos nos tememos al final deberá hacerse cargo de la abultada deuda y el millonario agujero, que han dejado Baustista Soler y el clan corsario que le ha estado arropando en estos 4 años.
1 comentario:
Muy buen artículo. La conclusión es, lamentablemente, correcta. Acabaremos pagando todos las locuras de unos empresarios ineptos y unos políticos irresponsables y demagogos
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