Como si se tratara de otro evento emblemático al uso, el Presidente Camps tuvo la brillante idea de acoger la reunión del IPCC en noviembre de 2007. Una reunión trascendental, con más de 300 científicos de todo el mundo, que estaban llamados a aprobar el llamado 4º Documento de Síntesis. Una especie de hoja de ruta, que radiografiaba la incidencia del Cambio Climático, apuntaba los principales factores que contribuyen a las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (todos relacionados con la actividad humana) y dejaba negro sobre blanco las correcciones urgentes de las dinámicas productivas de todos los países del mundo.
Esa reunión tuvo una transcendencia mundial, tal que quiso ser aprovechada por el Consell de la Generalitat para ratificar su profundo y convencido empeño en la lucha contra esa lacra, que puede constituir la mayor amenaza para la susistencia de la vida en la tierra. El Presidente Camps inauguró las jornadas de manera solemne, se desplegó la ritual parafernalia propagandística, los medios de comunicación amplificaron las palabras del mandatario valenciano hasta la saciedad. Incluso el Presidente Camps llegó a crearse el espejismo del esfuerzo de su Gobierno para cambiar la marcha de las decisiones hasta ahora tomadas. Incluso a creerse de ser capaz de convencer a los escépticos de dentro de su partido (Rajoy y su primo sevillano, el científico de cabecera del PP, Manuel Toharía, y sus dudas respecto a la implicación de Al Gore), o de fuera, que mirábamos ese activismo con muchas dudas, que como veremos han sido confirmadas. Camps no tuvo reparo en coger un avión y dirigirse hacia Estocolmo, para agasajar a Pachauri, Presidente del IPCC, mientras recibía el Nobel de la Paz.
Muchos fueron los anuncios de creación de organismos y de comisiones de estudio: un Centro mundial de Gestión contra el Cambio Climático con sede en Valencia; una Comisión de Expertos de la Generalitat, dirigida por el escéptico Toharia; la aprobación de 125 medidas para luchar contra el Cambio Climático, de las cuales nada se sabe; finalmente, la creación de la Comisión Parlamentaria de Les Cortes Valencianes para el estudio del Cambio Climático. Esta última acaba de cerrar sus actividad, sin haberse reunido más que en el día de su constitución el pasado 4 de octubre de 2007: se dan por finalizados sus trabajos ya que "la comisión especial del cambio climático se creó con un calendario determinado que se ha cumplido y, por tanto, ha finalizado sus trabajos"(sic!), según recitan las palabras de la temblorosa y azarosa Presidenta de Les Corts, Milagrosa Martínez. Y de las otras, ya nos podemos imaginar el triste y bochornoso destino.
Muchas buenas palabras, muchas ideas y muchos compromisos, sobre todo mucha publicidad de logros inexistentes. Que certifican la vil irresponsabilidad de unos gestores que no tienen vergüenza de utilizar lo que sea para hacerse propaganda, de mentir de una manera tan descarada que dan gana de vomitar, de incumplir con el deber supremo de cuidar el territorio que les ha sido confiado por sus habitantes. Desalojar de las instituciones a unos políticos de esa calaña es un deber cívico, un imperativo moral para nosotros, nuestra tierra y las generaciones futuras.
Esa reunión tuvo una transcendencia mundial, tal que quiso ser aprovechada por el Consell de la Generalitat para ratificar su profundo y convencido empeño en la lucha contra esa lacra, que puede constituir la mayor amenaza para la susistencia de la vida en la tierra. El Presidente Camps inauguró las jornadas de manera solemne, se desplegó la ritual parafernalia propagandística, los medios de comunicación amplificaron las palabras del mandatario valenciano hasta la saciedad. Incluso el Presidente Camps llegó a crearse el espejismo del esfuerzo de su Gobierno para cambiar la marcha de las decisiones hasta ahora tomadas. Incluso a creerse de ser capaz de convencer a los escépticos de dentro de su partido (Rajoy y su primo sevillano, el científico de cabecera del PP, Manuel Toharía, y sus dudas respecto a la implicación de Al Gore), o de fuera, que mirábamos ese activismo con muchas dudas, que como veremos han sido confirmadas. Camps no tuvo reparo en coger un avión y dirigirse hacia Estocolmo, para agasajar a Pachauri, Presidente del IPCC, mientras recibía el Nobel de la Paz.
Muchos fueron los anuncios de creación de organismos y de comisiones de estudio: un Centro mundial de Gestión contra el Cambio Climático con sede en Valencia; una Comisión de Expertos de la Generalitat, dirigida por el escéptico Toharia; la aprobación de 125 medidas para luchar contra el Cambio Climático, de las cuales nada se sabe; finalmente, la creación de la Comisión Parlamentaria de Les Cortes Valencianes para el estudio del Cambio Climático. Esta última acaba de cerrar sus actividad, sin haberse reunido más que en el día de su constitución el pasado 4 de octubre de 2007: se dan por finalizados sus trabajos ya que "la comisión especial del cambio climático se creó con un calendario determinado que se ha cumplido y, por tanto, ha finalizado sus trabajos"(sic!), según recitan las palabras de la temblorosa y azarosa Presidenta de Les Corts, Milagrosa Martínez. Y de las otras, ya nos podemos imaginar el triste y bochornoso destino.
Muchas buenas palabras, muchas ideas y muchos compromisos, sobre todo mucha publicidad de logros inexistentes. Que certifican la vil irresponsabilidad de unos gestores que no tienen vergüenza de utilizar lo que sea para hacerse propaganda, de mentir de una manera tan descarada que dan gana de vomitar, de incumplir con el deber supremo de cuidar el territorio que les ha sido confiado por sus habitantes. Desalojar de las instituciones a unos políticos de esa calaña es un deber cívico, un imperativo moral para nosotros, nuestra tierra y las generaciones futuras.
2 comentarios:
Gracias Giuseppe!
Gracias ti, Bruno, por prestar atención a lo que escribo. Estamos en frente de unos hechos gravísimos (como muchos otros en esta tierra!), que parece que indignan solo a una minoría.
Espero y confío que así no sea, que haya muchos más como nosotros que sienten la afrenta de la irresponsabilidad de nuestro Gobierno y que probablemente no se movilizan porque no saben como hacerlo. O que simplemente (y tristemente) hayan sido inoculados con el virus del fatalismo y de la derrota.
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