
No tanto por eso, decía, cuanto por el pobre nivel de imaginación y de ideas que demuestran tener en la Delegación de Comercio del Ayto de Valencia, que promete milagros y recetas tipo bingo, donde lo que falta son legislación (horarios de apertura, observatorio de precio, restricciones a las grandes superficies) y compromiso de protección del comercio de cercanía frente a los centros comerciales. Durante años la tiendas de barrio han sido abandonado a su suerte por gestores políticos ajenos a sus necesidades, utilizados para hacer bulto y masa crítica en las campañas electorales y mucho más allá de ellas. Sin un verdadero plan de estimulo que fomente la compra de proximidad y que ponga en relieve sus cualidades: la atención cercana y dedicada a los clientes, la excelencia y calidad de los productos que ofrecen, la entrega rápida y eficaz a domicilio, la importancia que tiene en crear barrio y dar vida a la ciudad, desarrollo y creación de empleo en zonas urbana.
Una presentadora por más risueña y popular que sea, por más que se materialice en la pantallas de nuestro móviles con voz sensual y provocativa, ofreciendo premios y asegurando las bondades del pequeño comercio, no servirá para paliar las dificultades de las pequeñas tiendas que libran una lucha desigual y solitaria contra titanes.
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