13 de noviembre de 2009

Némesis! Francisco Camps de camino a la cuneta...de la historia!


"A usted [Ángel Luna] le encantaría coger una camioneta, venirse de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta"

Francisco Camps no está loco ni tiene ningún síntoma parecido a la enajenación mental. Sería demasiado simple, e incluso sería hacerle un gran favor después de la aberrante infamia vomitada en Les Corts. Las sandeces vertidas por este ignominioso personaje, que si se me permite me resisto a definir Molt Honorable President de la Generalitat, han sobrepasado desde hace tiempo el límite de la decencia.

Después de haber construido un sistema de corruptelas que se ha propagado como un cáncer a todos los niveles de la sociedad valenciana, después de haber sido descubiertos (o creían que su reinado duraría ad infinitum?), después de que se ha puesto al descubierto parte del entramado, que ojo que todavía solo es una parte pequeña, reaccionan apelando a instintos bestiales de la peor calaña. Camps no estaba sólo, no ha apelado al miedo y a la violencia en solitario: todos sus diputados se han levantado en pie a aplaudirle después de haber acosado al portavoz socialista con la acusación de quererle matarle. Todos los diputados del PP se han levantado, han aplaudido a rabiar, despellejándose las manos. Han quedado en evidencia, ha quedado vista para sentencia la infamante trayectoria de una persona de cuya dignidad en muy pocas ocasiones hemos tenido constancia. Rodeado de la cobardía cómplice de la bancada popular, igual de culpable.

No sabemos que pretendía lograr Camps con esas palabras. Probablemente tensar más la cuerda, lacerar un poco más la convivencia, acusar al contrario de odiarlo hasta el punto de quererlo matar, arrojando una infamia que solo se entiende desde la perspectiva de una mente alucinada: ¿Ha pretendido Camps acusar al contrario de algo que él y los suyos serían capaces de pepetrar? Asasinar al adversario político y tirarlo a una cuneta...? Cuántas cosas tiene que esconder Camps, después de la querella, para perpetrar ese atentado a la convivencia y de un plumazo balcanizar la vida pública valenciana?

Igual hay una explicación mesiánica, las etapas del martirio que sigue Camps para ascender a los cielos víctima de los infieles descreídos. Si por mi fuera, no le daría esa satisfacción: no cuente Francisco Camps con nuestra ayuda, no le vamos a matar, no le vamos a convertir en mártir inocente de las ordas que le odian. Que le quede claro, no le odiamos! Su indigna persona no merece tanto, así que puede estar tranquilo, porque no iremos a su casa, no le sacaremos de su cama, no le ajusticiaremos y no le tiraremos a una cuneta. Ese final trágico, de esas muertes trágicas pero dignas de los luchadores por la libertad y contra la opresión, que usted en más de una ocasión ha demostrado despreciar, no será su final.

El suyo será diferente, señor Camps, se irá con la cabeza gacha, por la puerta trasera, con algún que otro incondicional que le volverá a mentir, incluso le llamará guapo...; porque serán sus amigos, los de su partido, que le enviarán a la cuneta de la historia, para que no siga haciendo daño.
Amén, ora pro nobis!

2 comentarios:

Teresa Ferrer dijo...

Desde el psicoanalisis, la respuesta es contundente. Sr. Camps usted lo ha dicho!, no buscar ninguna significación ni sentido a lo que dice, es simplemente lo que él haría.

Completamente de acuerdo Guiseppe con el final de tu post.

Un beso

Giuseppe Grezzi dijo...

Sería un error creer que las palabras de Camps sean fruto de nervios o de algún tipo de locura. Lo que ha dicho, lo del asesinado y la cuneta, estaba de sobra preparado y medido, contrarrestado con sus asesores de comunicación y de imagen: el efecto que debía hacer, según sus previsiones, era de presentar a Camps como un mártir de la oposición, que aparecería como violenta y homicida, frente a él que se considera un adalidad de la democracia y la libertad.

Además de no calibrar la repercusión de esas palabras pronunciadas en sede parlamentarias, de tono fascistoide y totalitarias, es una autoacusación implicita de una cosa que él y los suyos harían si se daría el caso.