Un acto público por todo lo alto, en un Palau de la Música tomado por incondicionales, cargos de confianza y variopinto personal (en nómina, por supuesto), movilizados para asistir a la presentación de un nuevo plan llamado "Estrategia Cambio Climático Valencia 2020". Al decir de la Alcaldesa Barberá y de su fantasmal fichaje estrella Ramón-Llin un ambicioso plan que permitirá a la ciudad "convertirse en un referente mundial de la sostenibilidad"... Según nuestras munícipes, este plan se está ya aplicando a razón de pactos como el Pacto Europeo de Alcaldes firmado en febrero del 2009, cuyo obejtivo es reducir las emisiones de CO2 en un 20% para el año 2020, reduciendo el gasto electríco en el mismo porcentaje. Unas declaraciones de dudosa veridicidad, ya que poco ha cambiado con respecto al año pasado, cuando el estudio Contaminación Lumínica en España, del departamento de Astrofísica y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid certificaba que Valencia es la capital europea de la contaminación lumínica. Más de 90.000 farolas decoran las calles de la ciudad (nunca mejor dicho...), inundandola con sus cegadores haces de luz que iluminanan con luz diurnan las noches de Valencia. Un despropósito que ha ido a peor, como explicaba en otro post, ya que ha empeorado gracias a los fondos del Plan E, utilizados en una cuantios cantidad para instalar más farolas, gastandose más de 4 millones de euros.
Pero hay más (o menos, según se mire...): la pareja (de cocineras solares?) Barberá/Ramón-Llin nos sirve un menú indigesto que pretenden hacernos engullir sí o sí, un potaje a base de torticero y engañoso autobombo ("15% de incremento de zonas verdes, 7% menos de consumo de agua, flota de autobuses 100% ecológica, más itinerarios clicistas para disminuir el tráfico, ahorro de la factura eléctrica"); lugares comunes a raudales (las cubiertas vegetales...); nulas propuestas en movilidad sostenible (seguimos con los mismos 480 autobuses desde hace 10 años, de los cuales poco más de 300 están las calles...); pobres campañas para desterrar la doble fila y las paradas en el carril bus; escasa peatonalización de zonas del centro de la ciudad; nula implementación de un sistema de movilidad intermodal, eso es que combinen de forma más eficiente los medios de transporte (un ejemplo sería el llamado bici-tren); bajísma incidencia de la recogida selectiva de residuos, que no supera el 10%, y nula de la recogida de la fracción orgánica (como ejemplo, los restos de poda de los parques y jardines que acaba directamente en el vertedero); zonas verdes escasas, de poco superior a 5mq por habitante y día, con pocas esperanzas de que cambie (veáse la recién remodelación de las calles de russafa...); auto sarcasmo involuntario ("He dejado de fumar desde hace un año, eso también sirve para reducir las emisiones", ha afirmado la Alcaldesa medio en broma, medios en serio...).
Unas situaciones que son conocidas por buena parte de los valencianos, que como es costumbre de la Alcaldesa Barberá se intentan ocultar con actos de postín donde se presentan estrategias de este tipo, que buscan dar la impresión de que se están haciendo cosas, que se tiene un compromiso, que a la postre choca con la tozudez de los números y con la realidad visible y palpable. La gestión ambiental real dista mucho de ser el idilio que se nos quiere vender: es necesario un compromiso valiente y una visión de futuro, que devuelva la ciudad a las personas, que ponga en marcha un proyecto de reformas inaplazable del sistema de transporte en el ámbito metropolitano (un área donde conviven cerca de 1,5 millones de habitantes), para reducir el sobredimensionado parque de vehículos a motor (cerca de 700 por cada mil habitantes); redistribuya los tránsitos en la red de transportes públicos, mediante un incremento notable de la flota; promueva de verdad un utilizo masivo de la bicicleta para desplazamientos cortos, un objetivo que se puede alcanzar en poco espacio de tiempo. Ese es el verdadero nudo gordiano de las políticas que trabajan en la reducción de las emisiones de CO2, una de nuestras proridades del gobierno de la ciudad en mayo del 2011.
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