En estos años donde el derroche y el exceso alcanzan cotas nunca vistas podemos ver lugares donde se colocaron farolas especiales que ocupan casi la totalidad de la acera. Por muy Gran Vía que sea no se pueden colocar farolas que impidan el paso de las personas y pongan en riesgo la integridad de las mismas al hacerlas caminar por el bordillo. (Fuente L'Informatiu y www.josepenalba.com)
El avizado ojo del fotográfo Penalba sigue dando en el clavo. Esta semana, las farolas de Valencia han sido motivo de noticias y han dado pie a un sinfin de comentarios. La pretendida campaña persecutoria a los ciclistas que aparquen en las farolas, ha levantdo una justificada polvareda: muchos sospechamos que tanto ensañamiento en la aplicación restrictiva de la nueva ordenanza de circulación, inmotivada por la falta de aparcabicis suficientes, responde a la obsesión del concejal de alumbrado señor Vicente Jurado.
El auto-nombrado señor de las farolas, en vez de lanzar esa coordinada campaña de persecución, auxiliado por el agresivo concejal de policía Miguel Domínguez, haría bien en tomar nota de las molestias que generan las más de 90.000 farolas instaladas en Valencia. Emiten luz en exceso, contaminando lumínicamente; nos cuestan un dineral -160 millones de euros han costado desde que gobierna el PP; un gasto insostenible en facturas eléctricas - casi 13 millones de euros al año - que ha generado una deuda de más de 20 millones con las compañías eléctricas.
Y encima sus grandes dimensiones perjudican el tránsito a los peatones...
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