El concejal Bellver hace gala de conocimientos ilimitados y de tener todo bajo control: así lo demuestra casi a diario en sus intervenciones públicas, de ir por la vida de sabelotodo y rezuma soberbia por los 4 costados. Ahora, en graves dificultades por el riesgo posible de condena a 8 años de inhabilitación, se hace el 'loco' intentando tirar balones fuera. Es el primer concejal de la Corporación valenciana que se sienta en el banquillo de los acusados, por hechos tan graves como haber cometido un delito a sabiendas, y solo por eso ya debería haber dimitido.
Sin embargo en vez de mostrar humildad y enviar señales de arrepentimiento, ha estado persiguiendo el archivo de la causa apelando primero a la tan manida (y tan querida por el PP) teoría de la conspiración; sin que eso haya surtido efecto, se las ha ingeniado para ser elegido diputado en Les Corts, para que el aforamiento y el consecuente traslado de la causa al TSJ, sirviera para que el procedimiento empezara de cero y se dilataran los tiempos; una vez venido abajo también esa intentona ramplona, ahora su única defensa ('no sé, no me acuerdo') es tan pobre y tan débil que casi transmite ternura...
La defensa de Bellver hace agua, porque un concejal de urbanismo no puede afirmar que "no sabía que el jardín de Monforte estuviera protegido", cuando durante el proceso de autorización de unas obras de la clínica Quirón, adyacente al mismo jardín, sí que se pidió el preceptivo y obligatorio informe de Patrimonio. Resultan poco creíbles las otras justificaciones dada durante la primera sesión del juicio.
Llama especialmente la atención esta declaración "Yo estampo mi firma a nueve mil resoluciones al año y busco la garantía de que todo esté bien. Todos los informes de todas las áreas que intervinieron en el expediente eran favorables y si el secretario pone su firma yo estampo la mía. Firmé porque no había ni un solo problema".
Esta última frase, a nuestro entender, es contradictoria con lo afirmado en precedencia. Porque una de dos, o el concejal Bellver tiene por costumbre firmar los expedientes sin más, fiándose de los técnicos, porque no puede conocer toda la materia; o como afirma ahora, firmó porque "no había ni un solo problema". En qué quedamos?
No nos atrevemos a predecir cómo acabará el jucio, pero una cosa está clara: las cosas no se han hecho bien, hay un tufillo a prevaricación (cometer un delito a sabiendas) para favorecer los negocios de un constructor amigo (el tal Ortiz, que está metido hasta el cuello en casos de corrupción del Plan General de Alicante).
En fin, confiábamos que este juicio sirviera para que hubiera cambios importante en la forma de gestionar del concejal Bellver. Pero parece que no haya captado el mensaje: el viento ha cambiado, la ciudadanía empieza a estar cansada de tantos chanchullos y tomaduras de pelo, de tantos aprovechados que hacen y permiten negocios al límite de la legalidad a costa de todos. Aprendan la lección!
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