El severo castigo impuesto por la justicia a la alcadesa Barberá, por vulnerar mi derecho a la libertad de expresión, amparado por el artículo 20 de la Costitución, no parece correctivo suficiente para que cese en sus
intentos de acallar las voces discrepantes. En un huida hacia adelante,
digna de su desprecio por las reglas democráticas, el pasado 28 de marzo, en el Pleno del Ayuntamirnto, la alcaldesa anunció que recurrirá la condena impuesta. ¿El motivo? Qué según ella la Moció de
Reprobación "es un acto político que Grezzi no tenía derecho a
recurrir". Vaya...
Parece que a la señora Barberá, en su horizonte de alcaldesa menguante, no le importe terminar su recorrido político con una indecorosa jubilación forzosa: presa del pánico a la estrepitosa caída, parece atenazada en sus permanentes contradicciones. Igual homenajea a Suárez por su papel de "arquitecto de la democracia", que censura el legítimo y democrático derecho al amparo judicial, frente a una flagrante violación del derecho constitucional a la libertad de expresión. Un derecho que la sentencia confirma y defiende de forma ejemplar, confirmando que sí tenía derecho a recurrir!
La dureza de la sentencia, seguida de un demoledor informe del fiscal, debería haber sido suficiente para que la alcaldesa Barberá tuviera la decencia de cesar en sus intentos persecutorios. Aunque solo fuera para dejar de envilecer las instituciones con sus actuaciones autoritarias, impropias de un estado de derecho.
Pero, lamentablemente, la alcadesa no da un paso atrás. De modo que tendré que esperar a ver sobre qué bases plantea el recurso el abogado del Ayuntamiento: un funcionario público que pagamos todos los valencianos, que en este como en otros casos, dedicará sus horas de trabajo y sus esfuerzos al servicio de la teoría persecutoria de Rita Barberá.
De la caja común de todos los valencianos, seguirán saliendo los costes de las minutas y las costas del juicio: todo un ejemplo de confusión entre la gestión de la cosa pública y los intereses partidistas y particulares.
Me consta que la alcaldesa tiene un mosqueo considerable con este abogado y con el mismísimo Secretario General del Pleno, a cuenta de la infumable y chapucera moción de reprobación. Quizás, deberían haber cuidado el buen nombre del Ayuntamiento de València, activando los filtros oportunos, para impedir que esa moción claramente ilegal no llegara siquiera a aparecer en el Orden del Día del Pleno del 26 de abril 2013. Sin embargo, se plegaron a las exigencias de la alcadesa y de sus 19 palmeros, por encima de los intereses y el buen nombre de la institución pública.
Y todo esto, mientras su pretendido llamamiento al decoro y respeto hacia las instituciones públicas, no parece atañer a los concejales del PP. Pues eso y no otra cosa, se desprende del silencio cómplice de la alcaldesa Barberá, frente a los exabruptos homófobos del concejal Senent, que en el Pleno Muncipal hizo gala de "no tener desviaciones homosexuales".
Así como el apoyo sin fisuras que la señora Barberá brindó al concejal Novo, cazado mientras conducía beodo su Audi por las calles de València. En ese caso la alcaldesa desplegó su escudo protector, para amparar a Novo de la "novela que se ha montado" de quienes denunciábamos la actitud irresponsable del concejal de Urbanismo, por el positivo por exceso de alcohol. Ni condena política, ni reprimenda pública por dejar en mal lugar al Ayuntamiento de València, ni por supuesto retirada de la confianza. Haciendo oídos sordos a los llamamientos de Stop Accidentes, que afirmaba tajante que "No hay excusas, Alfonso Novo tuvo suerte de no cruzarse con nadie".
Todo un ejemplo de rigor y coherencia!
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