Existe una leyenda que dice que Rita Barberá discrimina a algunos barrios, y periódicamente, algunos hechos puntuales, parecen avalarlo. Su fijación con el Cabanyal es internacionalmente conocida, así como la marginación a que somete a los núcleos trabajadores de Nazaret u Orriols, o los recortes periódicos en servicios y las constantes negativas a las reclamaciones de los incómodos Patraix o Benimaclet. Sin embargo, la misma enumeración evidencia la realidad: Barberá no discrimina, con diferente intensidad —y las excepciones de las calles que rodean a su vivienda y el más señorial y exclusivo ensanche— maltrata a todos los barrios de la ciudad.
Y es que, aunque no le falten entusiastas y apesebrados cantores de sus gestas, es una política nefasta. ¿Cómo si no justificar a los vecinos del Pla del Real y el anexo barrio de Zaidia que, tras años construida y cerrada, el Ayuntamiento haya empleado 10.000 euros en tapiar su ansiada biblioteca municipal realizada con una partida del Plan E (como informó este fin de semana Radio Valencia)? ¿Cómo explicar a los comerciantes del Mercado Central y alrededores y a los vecinos de la Plaza de Brujas que el parking que tantas pérdidas les ha ocasionado durante su construcción siga cerrado y generándoles pérdidas? ¿Cómo puede Rita Barberá tener la poca vergüenza de echar las culpas al gobierno que ella misma sustenta desde su escaño en Les Corts? Su excusa es hilarante. No es que Rita sea la culpable del castigo a los vecinos, sino que por su condición de alcaldesa y diputada del grupo popular autonómico es doblemente culpable.
"Es por falta de dinero", esgrimen para tomar estas decisiones que perjudican a la ciudadanía y recortan servicios y empleos, los mismos que cada año airean unas cuentas en las que aseguran tener superávit. Su respuesta es rotundamente falsa. Tan solo hay que atender los 643.860 euros que Barberá destinó el pasado mes a comprar un edificio en el Cabanyal, simplemente para derribarlo y seguir con sus planes descabellados.
No es cuestión de dinero; es cuestión de prioridades. Y las de Rita Barberá no somos los valencianos. Para ella somos lo último, sin discriminación alguna.
La autoridad competente envió tres lecheras y numerosos agentes a vigilar la protesta de los peligrosos vecinos y comerciantes del Mercado Central de Valencia. |
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